“¿Quieren tener misiles Tomahawk dirigiéndose hacia ellos?

No lo creo”, afirmó Trump, reconociendo que tal acción supondría una escalada.

Estos misiles, con un alcance de 1.500 metros, cambiarían por completo la dinámica del conflicto, otorgando a Kiev una capacidad de ataque profundo sin precedentes.

El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha solicitado estas armas durante mucho tiempo y se espera que sea un tema central en su próxima reunión con Trump.

La reacción de Moscú ha sido contundente. El Kremlin advirtió que la entrega de los Tomahawk “no cambiarán la situación en el campo de batalla, pero dañarán considerablemente” las relaciones entre Rusia y Estados Unidos, complicando cualquier proceso de paz. Asimismo, el subjefe del Consejo de Seguridad de Rusia advirtió que la decisión “puede acabar mal para todos”, incluido Trump. Esta disyuntiva coloca a la administración estadounidense en una posición delicada, utilizando la amenaza de una escalada militar como una poderosa herramienta de negociación en sus diálogos con el Kremlin, mientras calibra los riesgos de una confrontación mayor.