Estos ataques buscan romper las líneas defensivas ucranianas y consolidar el control sobre territorios estratégicos.

En la región de Donetsk, las fuerzas rusas están empleando artillería pesada, drones kamikaze y misiles tácticos en un intento por avanzar hacia la ciudad de Pokrovsk, uno de los últimos bastiones bajo control de Kiev en la zona. Los combates más intensos se registran en Avdiivka y Krasnohorivka, donde las tropas ucranianas resisten en condiciones extremadamente difíciles.

Simultáneamente, Járkiv, la segunda ciudad más grande de Ucrania, ha sido blanco de potentes bombas planeadoras y drones, dejando un saldo de al menos 57 personas heridas. En el sur, la región de Zaporiyia ha experimentado una escalada sin precedentes, con informes de casi 700 ataques en un período de 24 horas. El Ministerio de Defensa ruso justifica estas operaciones como un esfuerzo por “neutralizar posiciones hostiles y consolidar territorios liberados”.

Sin embargo, el gobierno ucraniano denuncia que se trata de una nueva fase de ataques indiscriminados contra zonas residenciales. Analistas militares advierten que si Rusia logra afianzar su control sobre el corredor oriental, podría fortalecer considerablemente su posición en un eventual diálogo de paz, mientras la población civil queda atrapada en uno de los frentes más devastados del conflicto.