La Alianza considera estas acciones como una provocación directa del Kremlin y una prueba a sus capacidades defensivas.

La reunión ministerial, la primera desde la cumbre de junio, se produce en un momento crítico para la seguridad europea. Las intrusiones de aparatos no tripulados rusos son interpretadas como una “táctica de prueba” de Moscú para evaluar los tiempos de reacción y la efectividad de los sistemas de defensa de la OTAN. Aunque la Alianza ha respondido adecuadamente hasta ahora, existe un reconocimiento interno de la necesidad de fortalecer sus recursos. El nuevo secretario general de la OTAN, Mark Rutte, afirmó: “Hicimos aquello para lo que estamos entrenados, y funcionó.

Pero necesitamos más”.

La agenda del encuentro se centra en dos ejes principales: el refuerzo de la defensa del flanco oriental de la Alianza y el incremento del apoyo militar a Ucrania.

Específicamente, los aliados buscan mejorar las capacidades de defensa aérea y antidrones de Kiev, dado que Rusia continúa intensificando su ofensiva con tecnología no convencional. La cumbre busca enviar un mensaje claro de unidad y disuasión, demostrando que la OTAN está preparada para contrarrestar cualquier intento de desestabilización por parte de Rusia, al tiempo que se compromete a seguir equipando a Ucrania para que pueda defenderse de amenazas similares.