Durante la segunda semana de octubre, las fuerzas rusas ejecutaron varios ataques coordinados contra instalaciones energéticas en múltiples regiones ucranianas, incluyendo Kiev, Zaporiyia y Dnipropetrovsk. Según los informes, se utilizaron cientos de drones kamikaze de fabricación iraní y decenas de misiles de crucero, causando un "apagón generalizado" que afectó a más de un millón de personas en al menos nueve regiones. El Ministerio de Energía ucraniano confirmó daños significativos en varias centrales eléctricas.

Mientras que Rusia afirmó que los bombardeos estaban dirigidos contra infraestructuras del "complejo militar-industrial ucraniano" como represalia, las autoridades de Kiev denunciaron los ataques como un acto deliberado contra la población civil.

El presidente Volodímir Zelenski condenó la ofensiva y acusó a Moscú de intentar usar "el invierno como arma de guerra". Adicionalmente, instó a Europa a acelerar el uso de los activos rusos congelados para financiar la defensa y reconstrucción de Ucrania. La sistematicidad y escala de los ataques indican una estrategia calculada para socavar la resiliencia del país y la moral de su población de cara a los meses más fríos del año.