Los incidentes más visibles han sido las repetidas incursiones de drones no identificados sobre infraestructuras críticas en varios países europeos.
Dinamarca ha sido un objetivo principal, con avistamientos sobre aeropuertos e instalaciones militares que el gobierno ha calificado como "ataques híbridos sistemáticos" llevados a cabo por un "actor profesional".
Estos eventos, junto con violaciones del espacio aéreo en Polonia y Rumania, son percibidos no solo como provocaciones militares, sino como operaciones psicológicas diseñadas para generar incertidumbre y agotar los recursos de defensa de la OTAN.
La desinformación es otro pilar de esta estrategia.
Durante las elecciones en Moldavia, se denunció una intensa campaña digital orquestada por Rusia, que incluyó el uso de inteligencia artificial para crear noticias falsas y manipular a los votantes, con el fin de socavar el rumbo proeuropeo del país. El Kremlin también ha sido acusado de estar detrás de ciberataques contra aeropuertos europeos, como los de Bruselas, Londres y Berlín, aunque su origen no ha sido revelado. El objetivo de estas acciones es erosionar la confianza pública, explotar las divisiones políticas internas en los países europeos y debilitar el apoyo a Ucrania. El presidente ruso, Vladímir Putin, busca crear un ambiente de crisis constante que distraiga a los líderes europeos y fracture la cohesión de la alianza occidental, que se ha visto fragilizada desde el regreso de Donald Trump al poder en Estados Unidos.