Esta convocatoria, la más grande desde 2016, se produce en un momento en que la guerra en Ucrania continúa demandando un alto número de efectivos y recursos, aunque las autoridades rusas han asegurado que los nuevos conscriptos no serán enviados al frente. Según el Ministerio de Defensa ruso, los reclutas realizarán tareas auxiliares dentro del país y no participarán en las operaciones de combate en Ucrania. Esta afirmación busca calmar la ansiedad pública, ya que en el pasado se han reportado numerosos casos de conscriptos que, en contra de las promesas oficiales, terminaron en el campo de batalla. La campaña de reclutamiento coincide con una intensificación de los combates en el este de Ucrania y con ataques a gran escala por parte de Rusia, como el que involucró casi 500 drones y decenas de misiles contra varias ciudades ucranianas. Este contexto bélico genera escepticismo sobre el destino final de los nuevos soldados.

Para financiar el creciente esfuerzo de guerra, el gobierno ruso está preparando un presupuesto para 2026 que contempla un aumento del Impuesto al Valor Agregado (IVA). Esta medida económica indica que el Kremlin se prepara para un conflicto prolongado y busca consolidar sus finanzas para sostener una economía que, según algunos análisis, se ha sobrecalentado debido al gasto militar. El portavoz del Kremlin, al ser consultado sobre la ofensiva, declaró que Rusia "no tiene otra alternativa" que proseguir con sus acciones en Ucrania, reafirmando la postura inflexible de Moscú a pesar de los costos económicos y humanos.