La tensión entre Rusia y la OTAN alcanzó un nuevo pico después de que tres cazas rusos MiG-31 violaran el espacio aéreo de Estonia, un país miembro de la Alianza, el 19 de septiembre. El gobierno estonio calificó la incursión, que duró casi 12 minutos sobre la isla de Vaindloo, como “sin precedentes”, “atrevida” y “descarada”, y denunció que se trataba de la cuarta violación de este tipo en lo que va del año. La respuesta de la OTAN fue inmediata: aviones de combate de la Alianza fueron desplegados para interceptar y escoltar a las aeronaves rusas fuera del territorio aliado.
Tras el incidente, Estonia invocó el artículo 4 del Tratado de Washington, que permite a cualquier miembro solicitar consultas cuando considere que su integridad territorial, independencia política o seguridad están amenazadas. Esto condujo a una reunión de emergencia del Consejo del Atlántico Norte, el máximo órgano de toma de decisiones de la OTAN, y a la discusión del asunto en el Consejo de Seguridad de la ONU. La Alianza Atlántica emitió un contundente comunicado en el que advirtió a Rusia que actuará de manera firme y que su compromiso con el artículo 5 de defensa colectiva es “inquebrantable”.
Finlandia también condenó la acción rusa, calificándola de “imprudente”.
Por su parte, el Kremlin negó cualquier irregularidad, afirmando que sus aviones realizaron un vuelo programado sin salirse de la ruta estipulada. Este evento es visto como parte de un patrón de comportamiento agresivo de Moscú en el flanco oriental de la OTAN.
En resumenUna incursión de tres cazas rusos en el espacio aéreo de Estonia desató una crisis diplomática y militar, provocando la intercepción por parte de la OTAN, la invocación del artículo 4 por parte de Estonia y una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU. La Alianza reafirmó su compromiso con la defensa colectiva frente a lo que considera una provocación rusa, mientras Moscú niega la violación.