Además de su cambio de perspectiva, Trump ha adoptado una retórica más dura contra Rusia y sus facilitadores económicos. Ha propuesto imponer “una serie de aranceles muy fuertes que detendrían el derramamiento de sangre” si Moscú no accede a negociar el fin de la guerra. Simultáneamente, ha criticado duramente a los países de la OTAN y a las naciones europeas por continuar comprando energía rusa, acusándolos directamente de financiar el conflicto.

“Están financiando la guerra contra sí mismos.

¿Quién demonios ha oído hablar de algo así?”, cuestionó Trump, instando a Europa a unirse a sus medidas arancelarias para que estas sean efectivas.

Este nuevo enfoque combina el apoyo a Ucrania con una fuerte presión económica sobre Rusia y una crítica a sus propios aliados, redefiniendo el papel de Washington en el conflicto.