Su propósito oficial es entrenar a la agrupación militar regional compuesta por el ejército bielorruso y la guardia rusa. Sin embargo, para los países de la OTAN, el momento y la naturaleza de las maniobras son altamente provocadores, especialmente al coincidir con la incursión de drones rusos en Polonia. Los observadores occidentales consideran que los escenarios practicados son muy similares a los que precedieron la invasión de Ucrania y califican las maniobras como “muy agresivas”.
En respuesta, Polonia y Lituania tomaron la medida de cerrar temporalmente sus fronteras con Bielorrusia para mitigar riesgos.
El Kremlin, por su parte, justifica estas acciones como una respuesta necesaria a la “postura hostil” de los países occidentales. Para la Alianza Atlántica, estos ejercicios no son solo un entrenamiento de rutina, sino una clara señal de la disposición de Rusia a mantener una presión militar constante sobre el flanco oriental, aumentando el riesgo de un error de cálculo o un incidente no deseado que podría desencadenar una escalada mayor.