Días después, el 13 de septiembre, Rumania denunció un incidente similar con un dron sobrevolando la zona de Tulcea, cerca de la frontera con Ucrania. La respuesta de Polonia fue contundente: el primer ministro Donald Tusk calificó el acto como una “provocación a gran escala” y activó el Artículo 4 del Tratado de la OTAN, que permite a un país miembro solicitar consultas formales cuando considera que su integridad territorial o seguridad están amenazadas. Adicionalmente, Varsovia solicitó una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU. La Unión Europea, a través de su jefa de diplomacia, Kaja Kallas, describió el suceso como “la violación más grave del espacio aéreo europeo desde el inicio de la guerra”, sugiriendo que hay indicios de que fue intencional. Por su parte, Rusia negó que la incursión fuera deliberada, alegando que los drones intentaban regresar de operaciones en Ucrania. Sin embargo, para los aliados occidentales, estos eventos no son aislados, sino que forman parte de un patrón de provocaciones de Moscú para poner a prueba las defensas y la cohesión de la OTAN.