Los ejercicios Zapad, programados del 12 al 16 de septiembre, son seguidos con especial atención por las potencias occidentales.

La edición de este año es particularmente sensible, ya que se produce en medio de la guerra en Ucrania y coincide con un pico de tensión entre Rusia y la OTAN, exacerbado por la reciente incursión de drones rusos en territorio polaco. Las maniobras recuerdan a las realizadas en otoño de 2021, que se consideran un preludio de la invasión lanzada pocos meses después. La OTAN ha confirmado que está vigilando de cerca los movimientos de tropas y el desarrollo de los ejercicios. Para la alianza transatlántica, estas maniobras no son solo un entrenamiento rutinario, sino una demostración de fuerza y una potencial fuente de desestabilización en su flanco oriental. La proximidad a la frontera de Polonia, un miembro clave de la OTAN, aumenta el riesgo de incidentes y malentendidos que podrían escalar rápidamente. A pesar de la alarma en Occidente, el Kremlin ha desestimado las preocupaciones, enmarcando los ejercicios como parte de su calendario de defensa habitual.