En una escalada sin precedentes, uno de los bombardeos impactó directamente la sede del Gobierno ucraniano en Kiev, causando un incendio y daños significativos.

La ofensiva, que según las Fuerzas Aéreas ucranianas incluyó 810 drones, 9 misiles de crucero y 4 misiles balísticos, superó todos los registros anteriores y se extendió por varias regiones del país. El ataque a la sede del Gabinete de Ministros en Kiev fue calificado por la primera ministra, Yulia Sviridenko, como una situación “inédita”.

Imágenes difundidas mostraron un incendio en los pisos superiores del edificio, que tuvo que ser controlado por los bomberos durante horas.

El ministro de Exteriores, Andrí Sibiga, describió el hecho como una “grave escalada” y un punto de inflexión en el conflicto. La oleada de ataques también tuvo un alto costo humano, dejando al menos dos muertos, entre ellos un recién nacido, y más de 20 heridos en distintas localidades. Un dron impactó un edificio residencial, causando la muerte de una mujer embarazada y su bebé. Este recrudecimiento de la violencia ocurre en un momento en que Estados Unidos, bajo la administración de Donald Trump, intenta mediar para encontrar una salida diplomática. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, condenó el ataque como un “crimen deliberado y un intento de prolongar la guerra”, y pidió a sus aliados acelerar la entrega de ayuda militar y nuevas sanciones contra Moscú.