Este ataque sin precedentes causó múltiples víctimas y, por primera vez, alcanzó directamente la sede del Gabinete de Ministros en Kiev, marcando una grave escalada en el conflicto. La ofensiva, descrita como la mayor oleada de ataques desde el comienzo de la invasión, involucró el lanzamiento de más de 800 drones de distintos tipos, además de misiles de crucero y balísticos.
Las defensas aéreas ucranianas se vieron sobrepasadas por la magnitud del asalto, que afectó a varias regiones del país.
En la capital, Kiev, se reportaron al menos dos muertes, incluyendo la de un recién nacido, y más de veinte heridos. El impacto más significativo a nivel simbólico y estratégico fue el ataque directo contra la sede del Gobierno de Ucrania.
Imágenes difundidas mostraron un incendio en los pisos superiores del edificio, un hecho calificado por la primera ministra, Yulia Sviridenko, como una situación “inédita”.
El ministro de Exteriores, Andrí Sibiga, señaló que el suceso representaba una “grave escalada”. El presidente Volodímir Zelenski reaccionó enérgicamente, afirmando que “Putin está probando al mundo” e insistió a sus aliados en la necesidad urgente de nuevos paquetes de apoyo militar. El ataque se produjo en un momento en que Estados Unidos intentaba mediar en una negociación de paz, lo que, según analistas, aleja aún más las posibilidades de un acercamiento diplomático a corto plazo.