Sin embargo, Donald Trump ha declarado públicamente que no quiere enviar militares a territorio ucraniano, lo que limita la ayuda estadounidense a un rol logístico o de inteligencia. Esta posición contrasta con los esfuerzos de la coalición, que contempla el despliegue de tropas para disuadir a Rusia.

Por otro lado, Trump ha mostrado un interés personal en mediar directamente entre los presidentes Putin y Zelenski.

En una entrevista, afirmó su intención de "ponerlos a ambos en una habitación" para negociar un acuerdo de paz, e incluso propuso un formato trilateral con Estados Unidos, Rusia y Ucrania.

Esta iniciativa, aunque vista con escepticismo por algunos líderes europeos como el canciller alemán Friedrich Merz, posiciona a Trump como un actor central en cualquier negociación futura.

La dualidad de su política —presionar por la paz mientras se muestra reacio al compromiso militar directo— crea un escenario complejo.

El presidente Zelenski ha advertido que "Putin está jugando con Estados Unidos", sugiriendo que las ofertas de diálogo de Moscú podrían ser una estrategia para explotar las divisiones en Occidente. El futuro de la seguridad ucraniana, por tanto, parece depender de la capacidad de los líderes europeos para convencer a la administración Trump de la importancia de un compromiso firme.