Esta posición refleja un cambio significativo en la política exterior alemana, que históricamente había mantenido una postura más cautelosa en conflictos militares. La invasión rusa ha forzado a Berlín a asumir un rol más activo en la seguridad europea, convirtiéndose en uno de los principales proveedores de ayuda militar y financiera a Ucrania. La declaración de Merz subraya la percepción en las principales capitales europeas de que el conflicto no tendrá una resolución rápida y que se requiere un compromiso sostenido para contener las ambiciones de Rusia. La preparación para una "larga guerra" implica no solo el envío continuo de armamento, sino también el fortalecimiento de las capacidades de defensa de la OTAN y la adaptación de las economías europeas a un entorno de inestabilidad geopolítica prolongada. La firmeza de Alemania envía un mensaje claro a Moscú de que la unidad occidental en apoyo a Ucrania no se debilitará con el paso del tiempo, y que cualquier negociación de paz deberá respetar la integridad territorial y la soberanía del país invadido.
