Los bombardeos, que incluyeron cientos de drones y misiles hipersónicos, causaron un número significativo de víctimas civiles y daños materiales, afectando incluso la sede de la delegación de la Unión Europea en la capital. Los ataques nocturnos dejaron un rastro de destrucción en Kiev, con cifras de víctimas que varían entre 8 y 23 muertos, incluyendo menores de edad, y más de 50 heridos, según diferentes reportes de las autoridades ucranianas. El ejército informó que Rusia empleó cerca de 600 drones y más de 30 misiles, entre ellos los supersónicos Kinzhal, en lo que se considera el segundo mayor ataque aéreo desde el inicio de la invasión. Los proyectiles impactaron en edificios residenciales, un centro comercial, una escuela de preescolar y la delegación de la UE, que sufrió graves daños por la onda expansiva. El presidente Volodímir Zelenski condenó los ataques, afirmando que “Rusia no tiene ningún interés por la diplomacia” y “elige la opción balística en lugar de la mesa de negociaciones”. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, aseguró que “el Kremlin no se detendrá ante nada para aterrorizar a Ucrania”, mientras que el presidente del Consejo Europeo, António Costa, se mostró “horrorizado” por el ataque “deliberado”. En respuesta, la UE anunció que prepara un nuevo paquete de sanciones contra Moscú. Por su parte, el Ministerio de Defensa ruso admitió la ofensiva, afirmando que los objetivos eran infraestructura militar.
