Las cifras de víctimas mortales aumentaron progresivamente, pasando de ocho a al menos 23 personas, incluidos tres menores.
Además, se reportaron más de 50 heridos.
Los bombardeos afectaron indiscriminadamente a la ciudad, dañando edificios residenciales, un centro comercial, una escuela de preescolar y la delegación de la Unión Europea. El presidente Volodímir Zelenski reaccionó enérgicamente, afirmando que con esta acción, "Rusia no tiene ningún interés por la diplomacia" y "elige la opción balística en lugar de la mesa de negociaciones".
El ataque provocó una fuerte condena internacional. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, aseguró que "el Kremlin no se detendrá ante nada para aterrorizar a Ucrania", mientras que el presidente del Consejo Europeo, António Costa, se declaró "horrorizado" por el ataque "deliberado" que también afectó al personal de la UE, aunque sin causarles heridas. Costa añadió que la UE "no se dejará intimidar" y que la agresión "solo refuerza nuestra determinación de apoyar a Ucrania". Este bombardeo se produce en un contexto de estancadas negociaciones de paz, lo que refuerza la percepción ucraniana y occidental de que Moscú no busca una solución diplomática al conflicto.