El presidente Trump ha instado públicamente a sus homólogos ruso y ucraniano a reunirse, llegando a advertir que "habrá consecuencias" si Vladímir Putin y Volodímir Zelenski no logran sentarse a dialogar.

Sin embargo, la iniciativa estadounidense ha chocado con la postura de Moscú.

El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, descartó cualquier reunión inmediata, acusando a Occidente de intentar impedir las negociaciones y a Zelenski de imponer condiciones inaceptables. Esta falta de avance diplomático contrasta con el optimismo del enviado especial de EE.

UU., Steve Witkoff, quien espera que se pueda alcanzar un acuerdo para finales de año.

Mientras tanto, la realidad en el terreno es sombría.

Los continuos y masivos ataques rusos sobre ciudades como Kiev han llevado al presidente Zelenski a afirmar que "Rusia no tiene ningún interés por la diplomacia" y que prefiere la "opción balística" a la negociación. La brecha entre las declaraciones diplomáticas y la brutalidad del conflicto sigue siendo enorme, lo que sugiere que cualquier avance hacia la paz requerirá un cambio fundamental en las posiciones de al menos uno de los bandos.