Los ataques nocturnos, realizados con cerca de cien drones, se dirigieron a instalaciones energéticas y de transporte de gas en al menos seis regiones del centro, norte, este y sur del país, incluidas Poltava, Sumi, Chernígov, Járkov, Donetsk y Zaporiyia. El presidente Volodímir Zelenski confirmó que más de 100.000 viviendas quedaron temporalmente sin suministro eléctrico y aseguró que los servicios de emergencia trabajaban para restaurar el servicio. El Ministerio de Energía de Ucrania calificó la ofensiva como un "ataque terrorista de gran magnitud" y una extensión de la "política deliberada del país ruso de aniquilar la infraestructura civil de Ucrania antes de que comience el invierno". Esta táctica, descrita como "otro acto de terror energético dirigido a la población civil", tiene como objetivo claro dificultar las condiciones de vida de los ucranianos y ejercer presión sobre el gobierno de Kiev. La destrucción de subestaciones eléctricas e infraestructuras de gas en vísperas de la estación fría es una clara indicación de que la estrategia de Moscú incluye el uso del clima como un arma de guerra, buscando quebrar la moral y la resiliencia de la población.