Un devastador ataque aéreo ruso sacudió Kiev en la madrugada del 28 de agosto, dejando un trágico saldo de víctimas y una condena internacional generalizada. La ofensiva, una de las más intensas en semanas, subraya la escalada del conflicto mientras los esfuerzos diplomáticos se encuentran estancados. El bombardeo sobre la capital ucraniana fue ejecutado con una combinación de cientos de drones y decenas de misiles, incluyendo proyectiles balísticos, de crucero e hipersónicos Kinzhal. Los informes sobre el número de víctimas fatales varían considerablemente entre las distintas fuentes, citando cifras que van desde ocho hasta dieciocho personas fallecidas, entre ellas menores de edad, además de más de cincuenta heridos.
La ofensiva causó daños generalizados en la infraestructura civil; los reportes mencionan la destrucción en edificios residenciales, un centro comercial, una escuela preescolar y la delegación de la Unión Europea. El presidente Volodímir Zelenski declaró que con estas acciones, "Rusia no tiene ningún interés por la diplomacia" y "elige la opción balística en lugar de la mesa de negociaciones". Por su parte, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, afirmó que "el Kremlin no se detendrá ante nada para aterrorizar a Ucrania". La magnitud del ataque, calificado como el segundo mayor desde el inicio de la invasión, ha sido interpretada como una brutal demostración de fuerza por parte de Moscú en un momento en que se discuten posibles conversaciones de paz, lo que refleja una estrategia de terror para presionar a Kiev y sus aliados.
En resumenEl masivo bombardeo ruso sobre Kiev el 28 de agosto resultó en numerosas víctimas civiles y significativos daños a la infraestructura, incluida la delegación de la UE. El ataque, que involucró una mezcla de drones y misiles avanzados, provocó una fuerte condena internacional y fue interpretado por Ucrania como un rechazo de Rusia a la vía diplomática en favor del terror militar.