Su enfoque pragmático y personalista busca un acuerdo rápido, pero genera incertidumbre sobre las concesiones que podría exigir a Kiev.

La estrategia de Trump se materializó con una cumbre calificada de "histórica" con Vladímir Putin en Alaska el 15 de agosto, seguida de una reunión crucial con Volodímir Zelenski y líderes europeos en Washington el 18 de agosto. Con la promesa de resolver el conflicto "en seis meses", Trump se posiciona como el principal mediador, privilegiando el diálogo directo al más alto nivel.

Sin embargo, este enfoque ha despertado inquietud entre los aliados de Ucrania.

Los artículos sugieren que Trump está presionando a Kiev para que demuestre "cierta flexibilidad", un término que se interpreta ampliamente como una disposición a negociar sobre el estatus de los territorios ocupados por Rusia, como Crimea y el Donbás. Al mismo tiempo que promete a Ucrania "garantías de seguridad", delega la responsabilidad de un posible despliegue de tropas terrestres a las naciones europeas.

Esta doble estrategia, en la que Estados Unidos lidera la negociación pero limita su compromiso militar directo, crea una dinámica compleja. Trump podría adjudicarse una importante victoria en política exterior, pero existe el temor de que sea a costa de la soberanía e integridad territorial a largo plazo de Ucrania, redefiniendo el equilibrio de poder en Europa del Este bajo sus propios términos.