En una notable escalada de sus capacidades ofensivas, Ucrania lanzó una serie de ataques con drones en territorio ruso, coincidiendo con la conmemoración de su Día de la Independencia. Estas operaciones tuvieron como objetivo infraestructura estratégica, incluida una planta de energía nuclear, y fueron presentadas por Kiev como una respuesta directa a la agresión rusa. El presidente Volodímir Zelenski enmarcó los ataques como una demostración de fuerza ante la falta de avances en las negociaciones de paz, afirmando: “Así es como Ucrania ataca cuando se ignoran sus llamados a la paz”. Uno de los incidentes más graves fue el ataque a la planta nuclear de Kursk, donde un dron fue derribado y su caída provocó un incendio.
Aunque las autoridades rusas aseguraron que no hubo víctimas ni niveles anormales de radiación, el suceso generó alarma internacional. El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) ha advertido repetidamente sobre los peligros de combatir cerca de instalaciones nucleares.
Además del ataque en Kursk, Ucrania apuntó a la infraestructura petrolera rusa, una fuente clave de ingresos para Moscú. Diez drones fueron interceptados en el puerto de Ust-Luga, cerca de San Petersburgo, causando un incendio en una terminal petrolera del grupo Novatek. Estos ataques demuestran la estrategia ucraniana de utilizar drones para contrarrestar la superioridad militar rusa, afectando la logística y la economía de guerra del Kremlin.
Mientras tanto, Rusia ha experimentado un alza en los precios del combustible, lo que sugiere un impacto tangible de estas operaciones.
En resumenLos ataques con drones de Ucrania en territorio ruso, dirigidos a infraestructuras críticas como la planta nuclear de Kursk y terminales petroleras, marcan un cambio estratégico en el conflicto. Esta táctica no solo busca infligir costos económicos y logísticos a Moscú, sino también enviar un mensaje político de que Ucrania puede llevar la guerra más allá de sus fronteras.