Ucrania celebró su 34º aniversario de independencia de la Unión Soviética en un ambiente de solemnidad y desafío, marcado por más de tres años de guerra a gran escala. La conmemoración estuvo acompañada por visitas de alto nivel y una escalada de ataques mutuos que subrayaron la lejana perspectiva de una tregua. El presidente Volodímir Zelenski emitió un mensaje en el que destacó la aspiración a una “paz justa, segura y duradera”, un tono que contrasta con los discursos más combativos de años anteriores. En Kiev, Zelenski estuvo acompañado por el primer ministro de Canadá, Mark Carney, y el enviado especial de Estados Unidos, Keith Kellogg, quienes reafirmaron el apoyo de sus naciones.
Carney anunció que la ayuda militar canadiense prometida llegaría el próximo mes y hizo un llamado a una “paz justa y duradera”. Los ciudadanos ucranianos también participaron en actos conmemorativos, expresando un fuerte rechazo a la guerra y a la idea de ceder territorios a Rusia como parte de un acuerdo de paz. Sin embargo, la jornada estuvo empañada por la violencia.
Rusia acusó a Ucrania de atacar con drones la planta nuclear de Kursk, mientras que Ucrania respondió con sus propios ataques en territorio ruso.
Zelenski justificó estas acciones como una respuesta a los llamados de paz ignorados, declarando: “Ucrania no es una víctima, es un luchador”.
Estos eventos reflejan el complejo momento que vive el país: mientras se aferra a su identidad nacional y busca apoyo diplomático, la realidad del conflicto armado sigue dominando la vida diaria y las decisiones estratégicas.
En resumenLa celebración del Día de la Independencia de Ucrania reflejó la resiliencia del país y su determinación de no ceder soberanía. Sin embargo, los ataques recíprocos durante la conmemoración evidencian que, a pesar de los discursos de paz y el apoyo internacional, el conflicto militar sigue siendo la principal realidad en el terreno.