La cuestión de la integridad territorial de Ucrania se ha consolidado como el punto más conflictivo y aparentemente insuperable en las negociaciones para poner fin a la guerra. Las propuestas que implican la cesión de territorios como Crimea y el Donbás enfrentan una rotunda negativa de Kiev, que se ampara en barreras constitucionales y en el principio de soberanía. El presidente estadounidense, Donald Trump, ha ejercido una fuerte presión para que Ucrania considere concesiones territoriales como una vía rápida hacia la paz, sugiriendo que debe renunciar a Crimea y a sus aspiraciones en la OTAN. Informes indican que Vladímir Putin, en su reunión con Trump, habría propuesto congelar el frente actual a cambio de que Kiev ceda el control total de la región del Donbás. Sin embargo, el presidente Volodímir Zelenski ha sido enfático en que esta no es una opción viable. En declaraciones desde Bruselas, Zelenski explicó que "renunciar a Crimea o al Donbás no es simplemente una decisión política; nuestra Constitución lo prohíbe".
Afirmó que un cambio de esta magnitud requeriría "reformas constitucionales prácticamente imposibles".
La región del Donbás, conformada por Donetsk y Lugansk, ha sido el epicentro del conflicto desde 2014 y es considerada un "cinturón de defensa" clave para Kiev.
Su pérdida dejaría a Ucrania mucho más vulnerable a futuros ataques.
Este punto muerto fundamental, donde Rusia exige el reconocimiento de sus anexiones y Ucrania defiende su integridad territorial, representa el mayor desafío para cualquier mediador.
En resumenLa exigencia de concesiones territoriales por parte de Rusia, respaldada en parte por la presión de Estados Unidos, choca frontalmente con la postura de Ucrania, que considera su integridad territorial innegociable y protegida por su Constitución. Este desacuerdo fundamental sigue siendo el principal impedimento para un acuerdo de paz sostenible.