La región del Donbás, compuesta por Donetsk y Lugansk, se ha reafirmado como el principal punto de fricción territorial en cualquier negociación de paz, con Rusia exigiendo su control total como condición para poner fin a la guerra. Esta demanda choca frontalmente con la postura de Ucrania, que insiste en la preservación de su integridad territorial, lo que convierte a la región en el obstáculo más difícil de superar. El Donbás, una zona industrial rica en recursos y con una mayoría de población rusoparlante, ha sido el epicentro del conflicto desde la sublevación prorrusa de 2014. Tras la invasión a gran escala de 2022, Rusia declaró que la “liberación del Donbás” era su objetivo principal y posteriormente se anexionó ilegalmente ambas regiones junto con Jersón y Zaporiyia. Según informes de medios como el Financial Times, Vladímir Putin planteó al presidente Trump la demanda de que Ucrania ceda completamente el Donbás a cambio de congelar el frente en otras zonas.
Esta región es considerada por analistas como un “cinturón de defensa” clave para Kiev; perderla significaría dejar al país mucho más vulnerable a futuros ataques.
La postura de Ucrania es inflexible en este punto.
El presidente Zelenski ha advertido que la renuncia a territorios como el Donbás o Crimea no es una simple decisión política, ya que la Constitución lo prohíbe y requeriría reformas “prácticamente imposibles”. A pesar de que Rusia ha logrado avances significativos y controla casi toda Lugansk y una parte considerable de Donetsk, Ucrania mantiene bastiones importantes como Sloviansk y Kramatorsk, y la línea del frente sigue activa.
En resumenLa exigencia rusa de controlar la totalidad del Donbás representa el nudo gordiano de las negociaciones de paz. Para Moscú es un objetivo irrenunciable, mientras que para Kiev es una línea roja constitucional y estratégica. Sin una fórmula creativa que aborde el estatus de esta región, cualquier acuerdo de paz integral parece inalcanzable, perpetuando el conflicto en el este de Ucrania.