Esta dualidad define la compleja posición del continente en el conflicto. La unidad europea se manifestó de forma contundente cuando los líderes de las principales potencias del continente acompañaron a Volodímir Zelenski a Washington. Esta acción coordinada buscaba presentar un frente sólido ante Donald Trump y garantizar que no se negociara un acuerdo de paz a expensas de la soberanía ucraniana, rechazando firmemente cualquier cesión territorial forzada. Sin embargo, bajo esta fachada de cohesión, persiste un debate crucial sobre el despliegue de tropas europeas como parte de las garantías de seguridad. El presidente Trump ha afirmado que países como Francia, Alemania y el Reino Unido están dispuestos a enviar soldados, una medida que él apoya para evitar la implicación directa de Estados Unidos.
Esta posibilidad genera división en Europa.
El presidente francés, Emmanuel Macron, ha adoptado una postura de desconfianza hacia Putin, a quien calificó de “depredador”, y ha sugerido aumentar las sanciones si la diplomacia fracasa, reflejando una visión más dura. Esta tensión entre el respaldo político unificado y las diferencias sobre el compromiso militar directo evidencia el desafío que enfrenta Europa para formular una estrategia de seguridad a largo plazo para Ucrania.