La presión de Estados Unidos para que Ucrania considere concesiones territoriales a Rusia se ha convertido en el principal obstáculo para un acuerdo de paz. La propuesta choca frontalmente con la postura de Kiev, que la considera inaceptable y legalmente inviable, y con la de sus aliados europeos. Donald Trump ha sido directo en sus planteamientos, llegando a afirmar que Volodímir Zelenski podría terminar la guerra “casi de inmediato” si Ucrania renuncia a recuperar Crimea y abandona sus aspiraciones de unirse a la OTAN. Esta postura se alinea con las demandas de Moscú, que, según informes de medios como el Financial Times, exige el control total de las regiones de Donetsk y Luhansk a cambio de congelar el frente en otras zonas.
Sin embargo, para Ucrania, esta es una línea roja infranqueable.
El presidente Zelenski ha sido enfático al señalar que la renuncia a territorios no es una simple decisión política, ya que “nuestra Constitución lo prohíbe”, lo que requeriría reformas “prácticamente imposibles”.
Esta posición ha sido respaldada firmemente por los líderes europeos.
Tanto Emmanuel Macron como Giorgia Meloni han insistido en que Europa no reconocerá anexiones forzadas.
El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, fue categórico al afirmar que “la paz duradera no puede lograrse sacrificando la soberanía de Ucrania”. Este profundo desacuerdo sobre la integridad territorial de Ucrania representa el nudo gordiano de las negociaciones y la barrera más significativa para alcanzar una paz sostenible y justa.
En resumenLa exigencia de que Ucrania ceda Crimea y partes del Donbás a cambio de paz es el punto de mayor fricción. Mientras EE. UU. lo ve como una vía pragmática, Ucrania y Europa lo rechazan por principios de soberanía e integridad territorial, lo que mantiene estancadas las negociaciones en este aspecto crucial.