Vladímir Putin propuso Moscú como sede, una oferta que fue inmediatamente rechazada por Kiev por razones de seguridad y simbolismo.
En respuesta, el presidente francés, Emmanuel Macron, sugirió un territorio neutral como Suiza, específicamente Ginebra, una ciudad con una larga tradición en negociaciones de paz. Por su parte, el gobierno ruso, a través del ministro de Exteriores Serguéi Lavrov, ha adoptado una postura cautelosa, afirmando que Moscú “no renuncia a ninguna forma de trabajo”, pero advirtiendo que cualquier contacto de alto nivel debe prepararse “con el máximo cuidado” para evitar que sea un mero “beneficio propagandístico”. En contraste, Volodímir Zelenski ha comunicado que está preparado para dialogar con su homólogo ruso, incluso “sin condiciones”, mostrando una disposición a explorar la vía diplomática.
La comunidad internacional observa con atención, consciente de que, si bien la voluntad de diálogo es un avance, los obstáculos logísticos, políticos y de confianza mutua siguen siendo enormes antes de que la cumbre pueda materializarse.