Los murales coloridos narran historias de resistencia, paz y esperanza.

Sin embargo, esta transformación no está exenta de críticas.

Algunos visitantes que conocieron el lugar antes de su auge lamentan que “el museo a cielo abierto se haya desvirtuado” por la proliferación de comercios. A pesar de esto, líderes comunitarios defienden el equilibrio entre memoria y emprendimiento, argumentando que los ingresos sostienen proyectos sociales y culturales.

En contraste con el bullicio turístico, La Escombrera permanece como un recordatorio silencioso del pasado, un lugar donde se presume que hay cuerpos de desaparecidos, simbolizando las heridas que aún no han sanado.