Los ataques de los colonos se han intensificado drásticamente, y se describe que el ejército israelí frecuentemente actúa como una “barrera” o incluso participa directamente en las agresiones contra los palestinos.
Esta escalada de violencia ha generado un clima de miedo que ha obligado a muchos agricultores a abandonar sus cultivos, que en muchos casos han sido arrasados.
La cosecha de aceituna no es solo una actividad económica fundamental para unas 100.000 familias palestinas, sino también un acto de resistencia cultural y generacional.
Familias enteras, junto a activistas israelíes y extranjeros, se unen para llevar a cabo la recolección, enfrentándose a una persecución cada vez mayor.
La situación pone de manifiesto la vulnerabilidad de la población palestina en Cisjordania y el impacto directo del conflicto en su vida cotidiana y en sus medios de subsistencia más tradicionales. La dinámica descrita sugiere una connivencia entre los colonos y las fuerzas de seguridad, lo que agrava la desprotección de los agricultores y profundiza el ciclo de violencia en los territorios ocupados.











