La situación fue aprovechada por la ultraderecha del gobierno de Benjamin Netanyahu para presionar por una postura más dura.

El ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, acusó a Hamás de manipulación y engaño. “Basta de vergüenza. (...) Este terror nazi solo entiende de fuerza, y la única manera de combatirlo es borrarlo de la faz de la tierra”, declaró Ben-Gvir. Exigió al primer ministro lanzar un “ultimátum claro” para que, si no se devuelven los cuerpos restantes, “Israel debe detener inmediatamente todos los suministros de ayuda que entran a la Franja de Gaza”. Este llamado a usar la ayuda humanitaria como medida de presión contradice las advertencias de la comunidad internacional sobre el uso del hambre como arma de guerra. Mientras tanto, funcionarios palestinos denunciaron que los 45 cuerpos de palestinos entregados por Israel llegaron esposados, con los ojos vendados y con signos de heridas de bala, pidiendo una investigación sobre las circunstancias de sus muertes.