Su visita a Jerusalén consolidó su papel central en la mediación del conflicto.

En un discurso cargado de simbolismo, Trump declaró: “Hoy los cielos están en calma, las armas callan, las sirenas se han apagado y el sol sale sobre una tierra santa que por fin está en paz”. Calificó el acuerdo como “un triunfo increíble para Israel y el mundo” y aseguró que no era solo el final de una guerra, sino “el amanecer histórico de un nuevo Medio Oriente”. Los legisladores israelíes lo aclamaron como un “amigo eterno de Israel” y el presidente de la Knéset, Amir Ohana, anunció que promoverían su candidatura al Premio Nobel de la Paz, afirmando que “no hay nadie que lo merezca más”. Durante su intervención, Trump también instó a los países de la región a unirse al proceso de paz y tendió una “mano de amistad” a Irán, aunque advirtió que cualquier intento de destruir a Israel estaría condenado al “amargo fracaso”. La sesión tuvo un momento de tensión cuando los diputados Ayman Odeh y Ofer Cassif fueron expulsados por exigir el reconocimiento de un Estado palestino.

Trump bromeó sobre la rápida expulsión diciendo: “Han sido eficientes”.