La liberación fue recibida con vítores y abrazos en Ramala, Cisjordania, donde llegaron los primeros autobuses con los prisioneros.

Sin embargo, el evento no estuvo exento de controversia. El presidente de Colombia, Gustavo Petro, aunque celebró el cese al fuego, condenó “la deportación forzada de 154 palestinos liberados” por parte de Israel, haciendo un llamado a respetar sus derechos humanos. Por su parte, Hamás denunció en un comunicado que los prisioneros liberados sufrieron “las peores formas de tortura psicológica y física” durante su detención, aunque calificó su liberación como “un logro nacional”.

El acuerdo estipulaba la liberación de casi 2.000 palestinos, incluyendo 250 condenados a cadena perpetua, a cambio de los rehenes israelíes, vivos y fallecidos. El servicio de prisiones de Israel trabajó durante la noche para trasladar a los presos a las cárceles de Ofer y Ketziot, desde donde serían liberados a Cisjordania, Gaza o deportados vía Egipto.