Chen Malca, una joven de 26 años sobreviviente del festival de música Nova, relata el horror vivido: “Vimos muchos cuerpos acribillados, con agujeros de bala por todos lados, partes humanas tiradas por el piso, imágenes muy gráficas que ojalá nunca hubiera visto”. En el lugar del festival, cerca del kibutz Re’im, se erige ahora el Nova Festival Victims Memorial, un espacio para recordar a los 380 jóvenes asesinados y 40 secuestrados en ese evento. Este trauma colectivo es el kilómetro cero del actual conflicto y alimenta gran parte del debate interno en Israel.

Por un lado, justifica para muchos la contundente respuesta militar en Gaza; por otro, impulsa la desesperada lucha de los familiares de los rehenes que exigen un acuerdo para su liberación. Eventos como el concierto conmemorativo “We will dance again” (Volveremos a bailar), que reunió a 30.000 personas en Tel Aviv, son un intento de la sociedad por procesar el dolor y demostrar resiliencia. Sin embargo, la omnipresencia de los rostros de los rehenes en carteles por todo el país es un recordatorio constante de que la herida sigue abierta y la normalidad está lejos de regresar.