Esta tensión se manifiesta tanto en masivas protestas por la paz como en un apoyo mayoritario a las acciones militares en Gaza. Un artículo de opinión del periodista Gideon Levy en Le Monde diplomatique describe un “silencio cómplice” en la mayoría de la sociedad israelí respecto al sufrimiento palestino. Levy cita una encuesta del centro Achord que revela que “el 62 por ciento de los israelíes y hasta el 76 por ciento de los judíos israelíes” comparten la creencia de que “‘no hay inocentes en Gaza’”. Según el autor, gran parte de la ciudadanía vive en una “burbuja de indiferencia”, influenciada por un discurso mediático que se centra exclusivamente en la victimización tras el 7 de octubre y justifica la violencia como “necesaria”. Esta perspectiva contrasta fuertemente con la movilización de otro sector de la sociedad. Se han registrado manifestaciones masivas, como una que congregó a unas 350.000 personas en Tel Aviv, exigiendo al gobierno de Netanyahu un acuerdo inmediato para la liberación de los rehenes. Los familiares de los cautivos han sido la cara visible de este movimiento, manteniendo una presencia constante en la “Plaza de los Rehenes” de Tel Aviv y presionando para que la prioridad sea el regreso de sus seres queridos, incluso si eso implica negociar con Hamás. Esta polarización refleja un país traumatizado, atrapado entre el deseo de seguridad a cualquier costo y la angustia por los ciudadanos aún en cautiverio.