El clamor “Tráiganlos a casa ya” resuena en todo el país, simbolizando el dolor y la división nacional. Dos años después del secuestro, los rostros de los 50 rehenes que aún permanecen en Gaza empapelan las ciudades israelíes, acompañados de cintas amarillas que simbolizan la paz y el fin de la guerra. La sociedad está polarizada: un sector, que se siente traicionado por la prensa internacional, se opone a negociar con Hamás, mientras que otro, especialmente visible en Tel Aviv, milita activamente por un acuerdo, acusando al gobierno de extrema derecha de Benjamin Netanyahu de abandonar a los secuestrados. Esta tensión ha culminado en manifestaciones masivas, como la que congregó a 350.000 personas en Tel Aviv para exigir un alto el fuego. La Plaza de los Rehenes, frente a la sede de las Fuerzas de Defensa de Israel, se ha convertido en el epicentro de esta protesta, con instalaciones artísticas que recuerdan la tragedia.
Allí, familiares como Jhonattan Guttman, primo del músico secuestrado Eviatar David, mantienen viva la esperanza.
Tras la difusión de un video de Eviatar demacrado, Guttman expresó la angustia familiar: “Parece salido de un campo de concentración...
No tiene sentido seguir luchando: lo que se necesita es un final.
Todos necesitamos poder respirar, necesitamos ver a los nuestros de vuelta”.