Las cifras son abrumadoras.
Según los informes, los bombardeos y operaciones terrestres israelíes han causado más de 66.000 muertes palestinas, y se estima que miles de cuerpos más permanecen bajo los escombros.
La destrucción material es casi total: "viviendas, escuelas, hospitales, sitios religiosos, museos y zonas cultivables ahora son polvo".
Esta destrucción sistemática de la infraestructura civil ha sido calificada como una estrategia deliberada. Un análisis de La Silla Vacía acusa a Israel de utilizar el hambre como un "método de guerra contra la población civil", mediante el bloqueo de ayuda humanitaria y la destrucción de acueductos, panaderías y tierras agrícolas. Esta táctica ha llevado a la población a una situación de hambruna, con niños sufriendo desnutrición aguda y enfermedades propagándose sin control debido al colapso del sistema sanitario. Además de la devastación física, la administración de Netanyahu ha reconfigurado el territorio, fraccionando la Franja mediante corredores militares que impiden la libre circulación y consolidan el control israelí.