El conflicto en Gaza y la respuesta de las potencias occidentales son analizados como un espejo que refleja el colapso moral del orden internacional liderado por Occidente. La brecha entre las protestas ciudadanas masivas en Europa y Estados Unidos y la complicidad de sus gobiernos con las acciones de Israel evidencia una crisis de legitimidad y un modelo de dominación en decadencia. Según este análisis, el genocidio en Palestina no es un hecho aislado, sino la continuación de un proyecto colonial sionista que, desde su origen, necesitó el respaldo del orden internacional y la lógica del despojo para imponerse.
Se argumenta que Israel actúa como una "avanzadilla militar, tecnológica y simbólica" de Occidente en una región estratégica. La violencia actual es vista como el agotamiento de un sistema capitalista global que, anclado en una lógica de centro-periferia, se sostiene mediante la violencia y la mentira. El texto sostiene que no hay una traición a los valores universales, sino el desmoronamiento de una "construcción propagandística" que presentaba a Europa como faro de los derechos humanos mientras legitimaba el saqueo colonial. En España, por ejemplo, mientras el 82% de la población apoya a Palestina según el Real Instituto Elcano, la derecha política utiliza discursos de "islamización de Europa" que recuerdan al fascismo clásico, identificando al musulmán como el nuevo enemigo interno, en una estrategia para desviar la atención del temor a una clase trabajadora organizada con visión internacionalista.
En resumenEl conflicto en Gaza es interpretado como un síntoma del colapso moral del orden occidental, exponiendo la hipocresía de sus valores y la desconexión entre los gobiernos y sus ciudadanos. Se argumenta que la violencia es una fase inherente a un proyecto colonial en crisis, y que la situación interpela históricamente al sistema global.