Los informes describen una situación humanitaria catastrófica.
En un solo día, el 23 de septiembre, se reportaron al menos 29 muertes, mientras que otro balance de un domingo registró medio centenar de fallecidos. Las cifras totales de la ofensiva superan los 65.200 palestinos muertos, de los cuales más de 19.000 son niños, según datos citados en los artículos y calificados como genocidio por una comisión de la ONU y un número creciente de países. La relatora de la ONU, Francesca Albanese, sugirió que la cifra real de muertos podría ser diez veces mayor. Los hospitales, según el Ministerio de Salud local, están “dando sus últimos suspiros” por la falta de combustible, lo que los obliga a cerrar departamentos vitales. A pesar de los bombardeos, más de 900.000 palestinos se resisten a abandonar la Ciudad de Gaza y el norte del enclave. Israel ha empleado tácticas como “anillos de fuego” con drones y la detonación de vehículos bomba en barrios residenciales, lo que Hamás ha calificado como un crimen de guerra y limpieza étnica. La situación de los desplazados es extrema, con costos exorbitantes para huir y condiciones insostenibles en las supuestas “zonas seguras” del sur, que también han sido bombardeadas.