Oficiales militares israelíes aseguraron que el objetivo es controlar el "bastión principal de Hamás", donde estiman que se encuentran unos 3.000 milicianos.
Sin embargo, la operación ha sido fuertemente criticada por la presencia de al menos 600.000 civiles palestinos.
Testigos han informado de "un bombardeo intenso e implacable", y el ministro de Defensa israelí, Israel Katz, afirmó que el núcleo urbano quedó "en llamas". La ofensiva ha incluido la destrucción de infraestructura civil, como la demolición de torres residenciales de gran altura y un inmueble de la Universidad Islámica de Gaza. La Defensa Civil gazatí reportó que en solo una semana más de 50.000 palestinos quedaron sin hogar y al menos 130 edificios residenciales fueron destruidos. El Ministerio de Salud de Gaza ha elevado la cifra de muertos desde octubre de 2023 a más de 64.900.
La situación es descrita por observadores como un "colapso total", donde no hay ningún lugar seguro para los desplazados.
Un cirujano francés que regresaba de una misión con Médicos Sin Fronteras afirmó que lo que queda de Gaza es "dolor, lágrimas y sangre".