La situación humanitaria en la Franja de Gaza ha alcanzado niveles catastróficos, con una hambruna intencional confirmada por la ONU y la destrucción casi total de la infraestructura civil. Testimonios de personal médico y cifras de organismos internacionales pintan un panorama desolador de “dolor, lágrimas y sangre” para los más de dos millones de desplazados. Tras más de dos años de ofensiva militar, el saldo humano es alarmante, con más de 100.000 personas asesinadas, en su mayoría mujeres y niños, y cerca de 200.000 heridos.
François Jourdel, un cirujano francés que trabajó en la zona, afirma que lo que queda de Gaza es “dolor, lágrimas y sangre” y denuncia que no hay ningún lugar seguro en el enclave, ya que incluso las zonas designadas como humanitarias son atacadas.
Un hospital infantil fue bombardeado recientemente, interrumpiendo el tratamiento de los pacientes. La ONU ha confirmado la existencia de una hambruna provocada por el hombre, resultado del bloqueo israelí que impide el ingreso de alimentos, agua y medicinas. Esta estrategia es considerada por el Comité de Derechos del Niño de la ONU como el uso del hambre de la niñez como arma de guerra. La destrucción sistemática de viviendas, escuelas, universidades y hospitales ha dejado a la población sin servicios básicos y en condiciones de supervivencia extremas, lo que agrava aún más una crisis que amenaza con borrar la vida civil de la región.
En resumenLa crisis humanitaria en Gaza es una catástrofe deliberada, marcada por la destrucción sistemática de la vida civil y el uso del hambre como arma de guerra. La comunidad internacional enfrenta la urgente obligación moral y legal de intervenir para detener lo que organismos de la ONU describen como una situación que amenaza la supervivencia del pueblo palestino.