Esta acción torpedeó un proceso en el que Qatar, junto con Egipto y Estados Unidos, había estado involucrado por casi dos años. La respuesta fue inmediata: más de 50 países árabes e islámicos se reunieron en Doha para formar un frente unido en solidaridad con el emirato, mientras que naciones como Francia, Reino Unido, España y varios países latinoamericanos condenaron la agresión. Qatar, en una carta a la ONU, calificó el ataque de “criminal” y advirtió que no tolerará el “comportamiento imprudente de Israel”. La situación ha colocado a Estados Unidos, que tiene en Qatar su principal base militar en la región, en una posición sumamente incómoda, mientras que el primer ministro qatarí advirtió que “las prácticas bárbaras y demagógicas de Israel no nos disuadirán” de buscar la paz.