Este ataque provocó la condena no solo de Qatar, sino de un frente unido de más de 50 países árabes e islámicos, incluyendo a los signatarios de los acuerdos. Varios gobiernos, incluso aliados de Estados Unidos, ven la ofensiva como una señal de que sus propios acuerdos de seguridad no los protegen de las agresiones israelíes. La retórica de condena y la movilización diplomática en el mundo árabe demuestran que la normalización de relaciones con Israel no puede desvincularse de la cuestión palestina, poniendo en duda la viabilidad a largo plazo de los acuerdos si el conflicto principal no se resuelve.