La medida, calificada por opositores como un “acuerdo humillante”, subraya la compleja relación económica y estratégica entre los dos países, que a menudo entra en conflicto con la opinión pública egipcia.
Este acuerdo energético es un claro ejemplo de cómo los intereses estratégicos y económicos de los Estados en Oriente Medio pueden prevalecer sobre el sentimiento popular.
Para Egipto, el gas israelí es fundamental para satisfacer su creciente demanda interna y para mantener su estatus como un centro regional de energía, licuando el gas y reexportándolo a Europa. Para Israel, el acuerdo no solo representa una fuente de ingresos vital, sino que también solidifica su relación con un actor clave en el mundo árabe, fortaleciendo los lazos de seguridad y cooperación que sustentan el tratado de paz de 1979. La fotografía de la plataforma de gas Leviatán en el Mediterráneo simboliza esta interdependencia. Sin embargo, el titular destaca el “rechazo popular”, reflejando una persistente hostilidad en la sociedad egipcia hacia la normalización con Israel, especialmente en el contexto del conflicto palestino. Esta dicotomía entre la pragmática cooperación gubernamental y la oposición pública es una característica definitoria de la “paz fría” que ha existido entre ambas naciones durante décadas.