Según un comunicado del Ejército israelí, los objetivos bombardeados "sirvieron al régimen hutí para planificar y ejecutar ataques terroristas".
Esta operación se produce en el contexto de una escalada regional más amplia, donde los hutíes, respaldados por Irán, han estado lanzando ataques contra la navegación en el Mar Rojo y directamente hacia Israel en solidaridad con los palestinos en Gaza. El bombardeo en Yemen, ocurrido apenas un día después de la operación de alto perfil en Catar, demuestra la disposición de Israel para actuar militarmente en diversos frentes y a gran distancia de sus fronteras para neutralizar lo que percibe como amenazas directas a su seguridad. La acción militar no solo busca degradar la capacidad operativa de los hutíes, sino también enviar un mensaje disuasorio a Irán y sus proxies en la región. La expansión del conflicto a Yemen complica aún más el panorama de seguridad en Medio Oriente, aumentando el riesgo de una conflagración regional más extensa que podría involucrar a potencias globales y perturbar rutas comerciales vitales. La capacidad de Israel para proyectar su poder aéreo hasta Yemen es una demostración de sus capacidades de largo alcance y su doctrina de defensa proactiva.