La operación generó una respuesta inmediata de la ONU, la Liga Árabe y potencias regionales, mientras que la reacción del presidente Donald Trump evidenció el malestar de Washington con la acción de su aliado.

Las repercusiones del bombardeo aéreo israelí en Doha se sintieron a nivel mundial, poniendo a prueba alianzas clave.

Estados Unidos, aliado estratégico tanto de Israel como de Catar, se encontró en una posición difícil.

El presidente Donald Trump expresó su descontento, afirmando: "No estoy entusiasmado con toda la situación, no es una buena situación. Estoy muy descontento con ello, muy descontento en todos los aspectos".

En una publicación en su red social, lo describió como un "desafortunado incidente" y enfatizó que Estados Unidos no tuvo participación. Funcionarios de la Casa Blanca confirmaron que fueron notificados por Israel justo antes del ataque, pero no participaron en su planificación o ejecución. El incidente llevó a Pakistán y Argelia a solicitar una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU. La Liga Árabe emitió una enérgica condena, calificándola de violación de la soberanía de Catar. Potencias regionales también reaccionaron con fuerza; el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Irán denunció la operación como una "acción extremadamente peligrosa y criminal", mientras que el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed bin Salmán, la calificó de "acto criminal". A pesar del ataque, Catar se comprometió a continuar sus esfuerzos de mediación. Su primer ministro, el jeque Mohammed bin Abdulrahman Al Thani, declaró: "Nada nos disuadirá de continuar esta mediación en la región".