Los militares, que se congregaron en Tel Aviv, calificaron la ofensiva como una "guerra ilegal" y declararon que no se presentarán al servicio cuando sean llamados nuevamente. El movimiento, que según sus organizadores agrupa a más de 365 reservistas y sigue creciendo, representa una fractura notable en el consenso nacional sobre la guerra. El sargento Max Kresch, un médico de combate, expresó el sentir del grupo al afirmar: "Nos negamos a participar en la guerra ilegal de (Benjamín) Netanyahu, y lo consideramos un deber patriótico.
Negarnos y exigir responsabilidades a nuestros líderes".
Los soldados argumentan que su objeción se basa en principios éticos y legales, denunciando que el gobierno israelí está matando y privando deliberadamente de alimento a la población civil palestina. Además, acusan al primer ministro Netanyahu de haber boicoteado varios acuerdos de tregua con Hamás que podrían haber asegurado la liberación de los rehenes que permanecen en Gaza. Sostienen que una nueva ofensiva militar no solo sería ilegal, sino que también pondría "innecesariamente" en peligro a los secuestrados.
Ron Feiner, otro reservista, fue explícito en su oposición: "Claro que me opongo a la ocupación del territorio de Gaza y al traslado de la población civil. Esa es una de las razones por las que la orden es ilegal". Esta protesta se produce en un momento en que el ejército espera la reincorporación de 60.000 reservistas, aunque algunos de los manifestantes dudan que más del 50 % responda al llamado.