Los puntos clave del proyecto incluyen poner el enclave bajo administración estadounidense por un período de diez años.

Durante este tiempo, se llevaría a cabo el desplazamiento de toda la población palestina.

El territorio devastado por la guerra sería entonces reconstruido para convertirse en un centro turístico y tecnológico de lujo, con características como “ciudades con inteligencia artificial” e “islas artificiales”. Una versión del plan incluso sugiere entregar a los palestinos un “token digital” a cambio de sus tierras, un concepto que plantea serias dudas sobre la compensación y la legalidad de la expropiación. La revelación ha generado una fuerte condena, ya que sus características se asemejan a una limpieza étnica, violando principios fundamentales del derecho internacional.

El plan ignora por completo la autodeterminación del pueblo palestino y su derecho al retorno, proponiendo en su lugar una solución impuesta que erradicaría su presencia en el territorio para dar paso a un proyecto de desarrollo económico y turístico de ganancias colosales.