Esta acción subraya su rol protector hacia su aliado en los foros internacionales.

Al mismo tiempo, el Departamento de Estado tomó una medida punitiva contra la Autoridad Palestina (AP) al revocar las visas del presidente Mahmud Abbas y otros 80 funcionarios, justo antes de la Asamblea General de la ONU. La AP calificó esta decisión como una violación del derecho internacional y de los compromisos de EE. UU. como país anfitrión de la organización. De manera paralela, la Casa Blanca ha asumido un rol proactivo en la definición del escenario de posguerra. El presidente Donald Trump anunció que presidiría una "gran reunión" sobre el futuro de Gaza, con la participación de su enviado especial, Steve Witkoff. Esta iniciativa coincide con las filtraciones sobre un supuesto plan estadounidense para administrar el enclave, desplazar a su población y transformarlo en un centro turístico, lo que indica un nivel de implicación que va más allá de la mediación tradicional. Estas acciones, en conjunto, pintan un cuadro complejo de la política estadounidense: por un lado, un apoyo incondicional a las posturas de Israel en el ámbito de la seguridad y, por otro, un intento de dirigir unilateralmente la solución a largo plazo para Gaza, a menudo en detrimento de la diplomacia multilateral y los derechos palestinos.