La decisión, anunciada el 30 de agosto, representa un giro drástico en la política exterior de Turquía, un actor clave en la región y miembro de la OTAN. El ministro de Asuntos Exteriores turco, Hakan Fidan, advirtió que la guerra en Gaza podría extenderse y afectar a toda la región, justificando las medidas como una forma de presionar a Israel para que detenga sus operaciones militares. Además de las sanciones económicas y logísticas, el Parlamento de Turquía ha ido más allá, pidiendo formalmente la suspensión de Israel de las Naciones Unidas por lo que calificó como un “genocidio” en Gaza. Esta acción coordinada entre el ejecutivo y el legislativo turco demuestra la profundidad del rechazo de Ankara a la política del gobierno de Netanyahu. La ruptura de relaciones con un país que fue un importante socio estratégico y comercial en el pasado subraya el creciente aislamiento internacional que enfrenta Israel a medida que la ofensiva en Gaza se prolonga y el número de víctimas civiles aumenta. La medida turca podría animar a otros países de la región y del mundo a adoptar posturas más duras contra Israel.